Ah, el influencer. Ese personaje que por su experiencia y conocimiento, por la labor que desempeña, por su belleza o, incluso, por el nivel de imbecilidad de sus actos mueve las masas, promueve marcas e influencia al público a adquirir un producto o servicio.
Un modelo que nació casi al mismo tiempo que la radio y que la televisión pero que el internet y las redes sociales han llevado a la cima de la pirámide de la publicidad con el “marketing de influencia”.
Un negocio que mueve miles de millones de dólares al año y en el que ahora vemos no sólo influenciadores de carne y hueso sino influenciadores virtuales, digitales, creados por computador. Avatares super reales que con su presencia en Instagram, TikTok, Spotify y YouTube son el “Milli Vanilli” de la influencia: una cara linda de un equipo dedicado a la publicidad.
No son “reales”, pero su nivel de influencia sí lo es. Y el dinero que mueven, también. Si quiere saber más, lo invito a que haga deep dive con el artículo que Felipe escribió esta semana sobre el tema.