Shuo olvidó poner a cargar su celular y hacia las 3 de la mañana este se apagó. En menos de 10 minutos 6 de sus familiares y amigos le habían enviado mensajes y correos electrónicos, habían contactado a sus padres para preguntarles si sabían donde estaba y le habían timbrado al número de su casa. Su vecino, incluso, estaba tocando a su puerta.
Shuo vive en Taiwan, uno de los países que ha implementado unos de los sistemas más estrictos de control de aislamiento en el mundo. Un sistema en el que todos los habitantes del país han sido obligados a descargar un app a su celular en la que introdujeron su nombre, su apellido, su número de identificación, su número de teléfono y le dieron autorización a la aplicación para que rastreara todo sus movimientos.
Me imagino que ya vieron el CoronApp, una aplicación para dispositivos móviles lanzada por el Instituto Nacional de Salud con el fin de focalizar los puntos de contagio y controlar la propagación del COVID-19
Si todos los colombianos descargan la aplicación móvil ‘CoronApp – Colombia’, podremos focalizar los puntos de contagio y controlar la propagación del virus. Descarga CoronApp y reporta diariamente tu estado de salud. #PorTuVidaPorMiVida pic.twitter.com/4k71jsekBW
— Presidencia Colombia 🇨🇴 (@infopresidencia) April 9, 2020
La idea es buena y está, claramente, basada en lo que han hecho gobiernos como el de Corea del Sur, Singapur o Taiwan para intentar aplanar la curva y mantener controlado el brote del Coronavirus en sus territorios.
Un amigo me compartió el link hace ya más de una semana. La descargué de inmediato y la abrí para inscribirme a mí y a mi familia. Pero me quedé en la primera página. En aquella en la que me pidió mi nombre, mi apellido, mi número de cédula y mi número de telefóno. En aquella en la que además de toda esa información me pidió autorizar el compartir mi ubicación en todo en momento.
Fue ahí cuando me acordé de Shuo y de su historia. Fue ahí cuando me acordé de las revelaciones hechas por Edward Snowden sobre cómo el gobierno norteamericano se aprovechó del temor causado por el atentado del 9/11 para acabar con la privacidad de cualquiera persona en el planeta.
Fue ahí cuando me acordé que el gobierno colombiano, al igual que el grueso de los gobiernos latinoamericanos, adquirieron un sistema israelí para interceptar las llamadas, mensajes y contenidos que salen de cualquier teléfono y que pasan por las redes de telecomunicaciones de los operadores en el país.
Fue ahí cuando comencé a pensar en la posibilidad de que esta pandemia nos lleve a un modelo de sociedad como el que describe Orwell en su libro 1984.
Me leí los términos y condiciones del CoronApp, esperando encontrar algo de tranquilidad… Pero no.
No sólo no incluyen ninguna provisión de protección para la información que entregan los usuarios, ni un timeframe de por cuanto tiempo la tendrán almacenada, ni un listado de usos aceptables de la información, sino que, al contrario, parecen escritos para poder castigar a los usuarios, responsabilizarlos de cualquier falsedad en la información que entreguen.
Lo entiendo. Sería peligrosísimo que el sistema se llenara de información falsa.
Pero es claro que nadie en el INS, en el Ministerio de Salud, en Apps.co o en el MinTIC pensaron en las repercusiones que esta información puede tener para los individuos que descarguen la aplicación y compartan su información.
Es claro que nadie se puso en los zapatos del usuario final, uno de los pilares fundamentales de entender “el viaje del cliente” en la actualidad.
¿Será por el afán de tener el sistema montado a la mayor brevedad? Hay que reconocerle al gobierno su celeridad para actuar en estas semanas.
¿Será porque en el gobierno saben que el 90%+ no entiende lo que entrega o no le importa entregar su información? Al fin y al cabo lo hacen para poder ver fotos de sus amigos, para tener un correo gratis y hasta para tener unos efectos super cool en la linterna de su celular.
¿Será porque no había otra alternativa? Puede ser, El framework de cadenas de contagio a partir de Bluetooth LE de smartphones anunciado por Apple y Google la semana pasada no estará disponible hasta mediados de Mayo (y disponible, en el caso de Android, no es que garantice que los usuarios tendrán acceso a los APIs de manera inmediata por la fragmentación de la plataforma).
Desinstalé la aplicación este fin de semana. Con el dolor de no poder ayudar. Con la intranquilidad de que la poca privacidad que me queda vale más que lo que puedo ganar del uso de la App. Pero espero que el Gobierno haga los cambios necesarios para que más personas como yo se sientan suficientemente protegidas para poder usarla y poder crear un sistema de rastreo de contacto que nos permita tener una medición real de las cadenas de contacto bajo las cuales se puedan tomar acciones proactivas y preventivas. Pero partiendo de la privacidad de los usuarios.