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De Uber a Netflix. ¿Cómo tomarse un mercado, sin que lo declaren ilegal en el camino?

Netflix y Uber siguen dos caminos paralelos al entrar a un país, pero mientras a uno le hacen la guerra al otro lo dejan tranquilo.

Me enteré esta mañana por la edición de Agosto 7 de 2015 de la Revista Dinero, que Netflix tiene ya mas de 600 mil suscriptores en Colombia. Dice la pequeña nota al margen en la sección confidencias (al momento de escribior este post, Dinero no ha actualizado su website con los ultimos contenidos de su revista) que con ese nivel de usuarios pagados, Netflix sería ya el tercer operador de televisión por suscripción del pais.

Netflix es un caso muy interesante de estudiar. En su nacimiento se convirtió en el coco de las grandes empresas de distribucion de video, como Blockbuster. Pero tras cambiar su modelo de negocio, de la distribucion de DVDs por correo al streaming de películas y ahora a la producción de series y contenidos originales, Netflix se ha convertido en el mayor enemigos de los distribuidores de contenidos como HBO y los canales de televisión tradicional.

En otra de esas decisiones extrañas que toma Netflix, que a propósito se ha construido y hecho grande a través de ellas, esta compañía decidió iniciar su expansión mundial por Latinoamérica en lugar de los mas tradicionales mercados de Europa y Asia. Dicen que Reed Hastings, su carismático fundador, entendió que los latinoaméricanos y nuestra adicción a las telenovelas éramos el mercado ideal para su servicio. Hoy, como lo demuestra la cifra, hasta los usuarios menos sofisticados empiezan a suscribirse al servicio y a recortar los paquetes de cable tradicional.

Es muy difícil regular a Netflix. Para todos los efectos no se trata de un servicio tradicional de televisión. No requiere espectro electromagnético, no necesariamente se presta desde el país y no necesita infraestructura especializada para llegar a su casa. Lo puede consumir en su computador, smartphone o tablet, ahh y ¡también en el televisor! No responde a una programación establecida, el usuario elige lo que quiere ver, cuando lo quiere ver y donde lo quiere ver. Todo por un precio mensual que es menor, en comparación con los servicios de televisión por suscripción.

El gobierno cobra a los operadores de la televisión por suscripción un cargo o derecho por cada usuario que afilian. Los operadores obviamente subreportan el numero de usuarios que tienen para minimizar este costo. Me puedo imaginar que Netflix no paga nada por afiliar usuarios a su servicio. Es curioso entonces que aún no oigamos las quejas de los incumbentes por la “competencia desleal” a la que se ven sometidos. Tampoco hemos oido llamados desde los encargados de la regulación para bloquear los contenidos de Netflix en Colombia. Y recordemos que los dueños de los servicios de televisión son poderosos grupos económicos con lazos muy estrechos con el poder político y han tenido que pagar grandísimas sumas para obtener el derecho de ofrecer su servicio en el país.

A este punto me imagino que está pensando en la situación de Uber. Hay un evidente paralelo entre ambas empresas. La situación es en extremo similar, pero considero que hay una diferencia fundamental entre Uber y Netflix. Mientras la aproximación de entrada de Uber ha sido contenciosa, casi (o mejor dicho) rayando en la ilegalidad, Netflix lo ha trabajado desde una perspectiva mas amable. Entraron en pequeño, inicialmente ofreciendo contenidos anticuados. Poco a poco, como en la anécdota del sapo en la olla hirviendo, han ganado espacio en el mercado sin que sus competidores reaccionen. Hoy Netflix ya está enquistado entre los usuarios y se convirtió en un servicio “necesario”. ¿Cuánto tiempo mas va a pasar para que empiecen a ofrecer telenovelas originales y maten de a poquitos a los canales tradicionales de televisión? ¡Ahh, bendita disrupción!

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