En Latinoamérica ya no se habla de si habrá un ataque cibernético, sino de cuándo ocurrirá. La región enfrenta una crisis silenciosa pero devastadora: la ciberseguridad se ha convertido en un campo de batalla invisible, y muchos países están mal preparados.
En Colombia y Perú, por ejemplo, hospitales, entidades gubernamentales y empresas han sido paralizadas por ataques de ransomware. Estos delincuentes digitales secuestran sistemas y piden rescates en criptomonedas, dejando caos a su paso. El teletrabajo, aunque necesario, ha dejado puertas abiertas que nadie cerró. Y en medio de esta tormenta digital, el ciudadano común apenas sabe que sus datos podrían estar en juego.
Mientras tanto, Brasil ha decidido contraatacar con fuerza: todos los bancos están obligados a aplicar el modelo de “confianza cero”. En pocas palabras: nadie es de fiar, ni siquiera quien ya está dentro del sistema. Cada acceso se verifica, se limita el movimiento de los atacantes, y se aplica autenticación multifactor. Es una medida drástica, pero necesaria.
Y aquí viene la gran pregunta: ¿puede Latinoamérica ganar esta guerra digital? Porque la situación es preocupante. La mayoría de las empresas no tienen un plan sólido de ciberseguridad. Faltan profesionales: se estima que se necesitan más de 300 mil expertos en la región. Y las defensas están fragmentadas: los hackers se mueven sin fronteras, pero las estrategias siguen siendo nacionales.
La solución no es sencilla, pero tampoco parece ser imposible. Hay que empezar por formar a la gente: desde el pequeño negocio hasta el funcionario público. Se necesitan alianzas entre gobiernos y empresas privadas, como ya están probando Colombia y México al compartir información sobre amenazas. Y urge una legislación ágil, inspirada en modelos como el de Brasil, pero adaptada a nuestra realidad.
Porque los ataques no se van a detener. Van a escalar. Las empresas deben implementar respaldos automáticos y educar a sus empleados para reconocer estafas digitales. Gobiernos deben priorizar este tema como parte de su estrategia de seguridad nacional. Y los ciudadanos, usted y yo, debemos exigir protección y transparencia.
La guerra digital ya comenzó. La decisión es nuestra: ser espectadores o protagonistas de la defensa. ¡Hay que actuar antes de que sea demasiado tarde!