OpenAI en “Código Rojo”: lo que realmente significa la alarma que encendió Sam Altman

Qué es eso de “Código Rojo” a nivel de OpenAI?

El anuncio cayó como un mensaje urgente en un tablero de control: Sam Altman declaró un “Código Rojo” dentro de OpenAI. La frase, que suena más a guion de película que a directriz corporativa, no es un adorno retórico. Es la alerta interna más seria que la compañía ha utilizado en años, una señal de que la organización considera que su posición estratégica está en riesgo y que, para mantenerse adelante, necesita actuar rápido. Lo particular es que esta vez la amenaza no viene de un escándalo, un ataque o un fallo masivo, sino de algo más silencioso y determinante: la competencia y la percepción del mercado.

Desde hace varios meses, los usuarios más activos de ChatGPT notaron que el modelo mostraba cambios de comportamiento: respuestas más frías, algunos errores simples, pérdida de contexto en conversaciones extensas y un rendimiento desigual dependiendo de la tarea. Aunque OpenAI no lo reconoció de inmediato, el ruido fue creciendo al mismo ritmo en que Google avanzaba con Gemini 3 y Anthropic fortalecía sus modelos Claude. El liderazgo que OpenAI había disfrutado parecía, por primera vez, en disputa real. Y ahí, dentro de ese contexto, aparece el memorando que hoy se conoce parcialmente gracias a filtraciones a medios como The Wall Street Journal, The Information y Wired: un documento que explica por qué el CEO decidió activar el famoso “Código Rojo”.

Open IA sigue en la carrera, pero quizás la esté perdiendo.

Según lo que han revelado estos reportes, el memorando ordena desacelerar o pausar varios proyectos en curso. Entre esos proyectos están sistemas de publicidad dentro de ChatGPT, agentes de IA especializados en comercio y salud, e incluso un asistente personal interno llamado ChatGPT Pulse. La instrucción fue clara: todo lo que no esté directamente relacionado con mejorar la experiencia diaria de ChatGPT pasará a segundo plano. El mensaje no es menor, porque la empresa había venido diversificando su portafolio y explorando nuevos modelos de monetización. En contraste, el memorando pide un regreso a lo esencial: reforzar el producto principal para evitar perder relevancia en un mercado que evoluciona a máxima velocidad.

El documento habla también de reorganización interna: movimientos temporales de talento hacia el equipo encargado de ChatGPT, reuniones de seguimiento diario y prioridades reescritas para los próximos meses. Aunque no se conocen los detalles completos —el memo no ha sido publicado oficialmente— las filtraciones coinciden en que Altman fue explícito al exigir mejoras en “velocidad, confiabilidad, personalización y capacidad de respuesta”. En pocas palabras: ChatGPT debe volver a sentirse como un producto líder, no solo por su fama, sino por su rendimiento real.

Más trabajo en la plataforma, menos en la fama.

Todo esto tiene implicaciones profundas. En primer lugar, marca un cambio de estrategia dentro de OpenAI. Durante el último año, la empresa había estado enfocada en proyectos más amplios: expansión hacia nuevos territorios, alianzas con compañías de salud, comercio y educación, y un creciente interés en convertir sus modelos en plataformas para agentes autónomos especializados. El “Código Rojo” congela ese impulso y vuelve a poner sobre la mesa una pregunta que parecía superada: ¿qué tan sólido es el liderazgo técnico de OpenAI en este momento?

La respuesta es más compleja de lo que parece. OpenAI sigue teniendo la marca más reconocida, el producto más masivo y la mayor inercia cultural en torno a su tecnología. Pero la competencia ahora no juega a alcanzarlo, sino a superarlo. Google ha empezado a mover su maquinaria de escala global detrás de Gemini; Anthropic ha logrado posicionarse como un referente de precisión y alineación; Meta apuesta por modelos abiertos que evolucionan rápidamente gracias a una comunidad enorme; y empresas asiáticas están cerrando la brecha con una velocidad que hace pocos años habría parecido imposible. En ese entorno, cualquier percepción de estancamiento es peligrosa, porque puede traducirse en fuga de usuarios, pérdida de contratos empresariales o desgaste reputacional.

A pesar de “la crisis” Open AI sigue actualizando su plataforma.

Por eso, el “Código Rojo” no debe interpretarse como una crisis, sino como un movimiento defensivo y estratégico. OpenAI entiende que su mejor carta sigue siendo ChatGPT, pero también sabe que esa carta necesita volver a imponerse con claridad. Las mejoras que salgan de esta reorganización probablemente se verán en la práctica en los próximos meses: respuestas más coherentes, mejor manejo de instrucciones complejas, reducción de errores y un comportamiento más consistente, especialmente para usuarios avanzados o suscriptores que dependen de la herramienta de forma profesional.

En el fondo, el memorando refleja otra idea clave: la carrera por la inteligencia artificial ya no está en su fase romántica. No se trata solo de construir modelos más grandes o de impresionar con demos espectaculares, sino de ofrecer soluciones confiables, rápidas y útiles en el día a día. Y en ese sentido, OpenAI parece haber decidido que es mejor corregir el rumbo ahora que perder terreno después.

Al final, este episodio deja una lección interesante sobre el futuro de la IA: incluso los líderes absolutos pueden sentirse vulnerables cuando la competencia acelera. Y eso, paradójicamente, suele beneficiar al usuario. Si el “Código Rojo” logra su objetivo, ChatGPT podría entrar a una etapa de mejoras que lo vuelva más sólido y competitivo. Si no lo logra, podría abrirse un espacio para que otros modelos se conviertan en la nueva referencia global.

Por ahora, lo único claro es que OpenAI ha aceptado públicamente, o al menos tácitamente,  que la carrera de la IA está más abierta de lo que parecía. Y que, en esa carrera, quedarse quieto no es una opción.

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Andrés Felipe Sánchez 

@andresfesac

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