La campaña Stop Hate For Profit pone de nuevo sobre la mesa los imprecisos límites del derecho a a la libertad de expresión, dada su propuesta a los anunciantes de retirar su publicidad de Facebook por su incapacidad de controlar los comentarios de odio que proliferan en la red. Mark Zuckerberg, a pesar de dar la cara públicamente sobre el asunto, no parece decidido a tomar medidas de fondo y queda la pregunta de si está más interesado en cuidar sus relaciones con las élites que en detener las campañas de odio. Aparte de su cuestionable posición, ¿cuál es el papel de los usuarios frente al uso de este derecho?
Las empresas digitales deberían usar sus nuevas capacidades para asumir su responsabilidad frente al terrorismo, y ¿por qué no?, también la corrupción.