Hay dispositivos que buscan impresionar desde el primer momento, y otros que simplemente hacen su trabajo a su estilo, de una manera más modesta, pero igual de importante. El Samsung Galaxy Fit3 pertenece al segundo grupo. No brilla por ser el más caro ni el más llamativo, pero justamente ahí está su encanto: en su discreción, en su ligereza y en la manera en que se convierte, casi sin notarlo, en una extensión más del día a día.

El Fit3 no pretende ser un reloj inteligente. Es más bien, una pulsera de bienestar pensada para quienes quieren conocer mejor sus hábitos, moverse más, dormir mejor o simplemente tener un registro básico de su salud sin tener que lidiar con pantallas gigantes o menús confusos. Desde el primer contacto, lo que se nota es su diseño simple y cómodo. El cuerpo de aluminio le da una sensación sólida, pero ligera, y la correa de silicona, que puede cambiarse fácilmente, hace que pase inadvertido durante el trabajo, el ejercicio o el sueño. Con apenas 18 gramos de peso, uno se acostumbra tan rápido que resulta fácil olvidar que está ahí. Yo, personalmente, soy fanático de los relojes y este diseño minimalista, casi clásico, me resulta muy atractivo.
La pantalla es una de sus mejores características. Con 1,6 pulgadas AMOLED (leyendo bien) y resolución de 256 × 402 píxeles, se ve nítida incluso bajo el sol, algo que no todos los dispositivos en su rango pueden decir. La navegación por menús es fluida, sin retrasos ni movimientos torpes. No tiene los acabados de un Galaxy Watch, pero responde con precisión, y eso es lo que importa cuando lo único que uno quiere es mirar cuántos pasos lleva o cómo estuvo el sueño la noche anterior.

En cuanto a funciones, el Fit3 mantiene lo esencial sin sobrecargar al usuario. Mide frecuencia cardíaca, nivel de oxígeno en sangre (SpO₂), estrés y sueño, y lo hace de forma continua. A través de la aplicación Samsung Health, los datos se organizan con claridad y permiten observar tendencias a lo largo del tiempo. No ofrece diagnósticos médicos, por supuesto, pero sí brinda señales útiles para quienes buscan tener una idea general de cómo están sus hábitos. Si durmió mal, si su ritmo cardíaco se disparó o si pasó demasiado tiempo sentado, lo va a saber y podrá tomar decisiones, casi se puede decir que el Fit 3 es un dispositivo de auto conocimiento.

La autonomía es otro punto fuerte. Samsung habla de hasta 13 días de uso, y en la práctica se logran entre 9 y 11, dependiendo del brillo de la pantalla y de cuántas notificaciones se activen. Es una cifra notable si se compara con relojes más grandes que requieren carga cada dos o tres días. La experiencia de no tener que pensar en el cargador es, probablemente, uno de los mayores atractivos de este dispositivo, aunque por su tamaño tiene un cargador propio. Me hubiera gustado más un reloj que pudiera cargar usando los cargadores que tengo mis otro Galaxy Watch, pero bueno, creo que el diseño y diferencia de tamaño, no lo hizo posible.
Durante las pruebas, el Fit3 mostró un comportamiento constante. Los registros de pasos y frecuencia cardíaca fueron coherentes con los obtenidos por otros rastreadores de gama media, aunque, como es de esperarse, los valores pueden variar ligeramente durante entrenamientos intensos. En cualquier caso, la intención del Fit3 no es competir con un reloj deportivo profesional, sino servir como un observador silencioso que acompaña al usuario en sus rutinas.

Su resistencia al agua 5ATM e índice IP68 permiten ducharse o nadar sin problema. Esto lo hace útil para quienes buscan mantener el seguimiento continuo sin tener que quitárselo en todo momento. Sin embargo, no es un dispositivo pensado para buceo ni para deportes de alto impacto, algo que Samsung deja claro. Tampoco incluye GPS integrado, así que si se desea registrar una ruta de ciclismo o trote, será necesario llevar el teléfono conectado por Bluetooth 5.3. Pero bueno, los runners de ahora parecen Ktronix andantes, asi que creo que eso no será lio.
El Galaxy Fit3 encuentra su mejor versión cuando se usa junto a un teléfono Android, especialmente uno del ecosistema Samsung. En esos casos se pueden recibir notificaciones, responder mensajes cortos o controlar la música. Con iPhone funciona, pero de manera más limitada. Lo que sí mantiene estable en ambos sistemas es la sincronización de datos de salud y la visualización de métricas en la aplicación.
En la práctica, el Fit3 es de esos dispositivos que se integran al día sin mucho esfuerzo. Se enciende por la mañana y registra todo lo necesario: pasos, ritmo cardíaco, calorías estimadas, tiempo activo y horas de sueño. Su pantalla AMOLED ofrece una lectura cómoda y su cuerpo de aluminio resiste bien el uso cotidiano. Lo interesante es que logra hacerlo sin pretender ser más de lo que es.

Esa honestidad se agradece. Porque no todo el mundo quiere un reloj que reciba llamadas o que mida hasta el último detalle del entrenamiento; muchos solo buscan algo que los ayude a ser más conscientes de su actividad. En ese sentido, el Fit3 cumple exactamente lo que promete. Es una pulsera que mide, registra y muestra información útil, sin distracciones.
Su precio lo mantiene dentro del rango medio, pero la experiencia se siente más cercana a la de un dispositivo de gama superior, especialmente por la calidad de pantalla y la duración de la batería. No tiene GPS ni pagos NFC, pero quienes realmente necesitan esas funciones probablemente están el Galaxy Watch 8 y su familia.

En definitiva, el Samsung Galaxy Fit3 no intenta reinventar el formato, sino perfeccionar lo básico. Es cómodo, confiable y suficientemente preciso para el día a día. Acompaña al usuario sin interrumpirlo, ofrece información que sirve y aguanta una semana larga sin ver un cargador. En un mercado saturado de relojes que prometen hacerlo todo, el Fit3 destaca precisamente por hacer bien lo esencial.
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Andrés Felipe Sánchez





