Es crucial dar a conocer que mientras los científicos continúan haciendo avances en el uso de tejido humano para cultivar cerebros en laboratorios, un neurocientífico se encuentra nombrando el elefante existencial en la habitación: ¿podrían los cerebros cultivados en laboratorio llegar a ser realmente conscientes?
Vale la pena señalar que, en una entrevista con Live Science, el neurocientífico de la Universidad de California en Santa Bárbara, Kenneth Kosik, explicó que, tal como está la ciencia hoy por hoy, no es posible que los cerebros imitados creados en laboratorios alcancen la conciencia en un futuro próximo.
Lo que se conoce sobre los cerebros cultivados en un laboratorio
Estos organoides cerebrales, como se denominan a los cerebros cultivados en laboratorio, se crean tomando células de alguien, convirtiéndolas en células madre y diferenciándolas en neuronas.
Cabe acotar que, gracias a una extraordinaria “magia” que se consigue en neuronas sumergidas en gotas de una sustancia denominada “Matrigel”, que, como señaló Kosik, puede ser líquida o sólida según la temperatura, las neuronas de estas células madre florecen en 3 dimensiones en vez de únicamente 2. Esas minúsculas estructuras parecidas a cerebros terminan desarrollando tejidos análogos a los del cerebro y empiezan a emitir señales eléctricas. Pero, como insiste el neurocientífico, es un error referirse a los organoides como “minicerebros”, como suelen hacer sus colegas investigadores.
“Una vez que crecen en tres dimensiones, comienzan a formar relaciones entre sí, tipos de estructura y anatomía que tienen un parecido muy vago con el cerebro”, comentó a Live Science.
Así mismo añadió, “Y realmente hago hincapié en la palabra ‘vago’, porque hay personas que usan un nombre inapropiado para los organoides cerebrales y los llaman “minicerebros”.
Ahora bien, en un reciente artículo de perspectiva publicado en la revista Cell, Kosik sostiene que, a pesar de tener “un extraño parecido con un cerebro miniaturizado”, estos organoides se encuentran lejos de ser lo suficientemente sofisticados como para alcanzar las características de la conciencia.
Es de resaltar que, aunque ha habido algunos avances extraordinarios en la denominada “biocomputación” usando organoides cerebrales conectados que actúan como procesos, todavía no está claro si los organoides cerebrales experimentales podrían almacenar o procesar información de la misma forma que nuestros cerebros humanos, y los científicos también tendrían que descubrir cómo transmitirles información de nivel humano para que eso suceda también.
Kosik comentó a Live Science, “Desde mi punto de vista, un organoide es un vehículo que tiene la capacidad de codificar experiencias e información si esa experiencia estuviera disponible para él, pero no es así. No tiene ojos, oídos, nariz ni boca; no entra nada”.
Así mismo agregó, “Pero la idea aquí es que el organoide puede establecer una organización espontánea de sus neuronas para tener la capacidad de codificar información, cuando y si está disponible”.