En medio del auge o “boom de lo digital”, muchos aparatos inteligentes se diseñaban bajo un modelo “universal”: un mismo estándar, un mismo cuerpo, una única visión de usuario. Pero la realidad mostró que ese molde no encaja igual para todos. Género, edad, cultura, capacidades físicas o condiciones individuales no siempre fueron consideradas. Ahora, hacia finales de 2025, parece abrirse una nueva era: la de la tecnología verdaderamente inclusiva.
Porque si la promesa del smartphone, del wearable, de los asistentes inteligentes era simplificar y universalizar, entonces —como sociedad— debemos exigir que esa “universalidad” abarque diversidad.
Más allá del algoritmo genérico: IA con contexto, cultura y respeto
Una de las transformaciones más interesantes anunciadas para el “core tech” del próximo año tiene que ver con inteligencia artificial que no solo replica patrones globales, sino que es consciente de contexto cultural y diversidad. Resulta interesante imaginar una IA que entienda modismos, costumbres, variaciones demográficas, diferencias idiomáticas o necesidades particulares deja de ser un experimento y se convierte en un estándar.
Eso significa que un asistente de voz, por ejemplo, podría reconocer su variante de español latino, adaptarse a horarios y prácticas culturales distintas, o incluso modular sus respuestas entendiendo género, edad o contexto social. Esa sensibilidad cultural puede cambiar radicalmente la experiencia de millones —especialmente donde la tecnología suele llegar diseñando para “occidentales”, “jóvenes” o “usuarios estándar”.

Accesibilidad real: cuando un toque, gesto o palabra hacen la diferencia
No se trata sólo de lo que un dispositivo puede hacer, sino de a quién está dirigido. Hacia finales de 2025, el impulso por mejorar las funciones de accesibilidad se vuelve palpable: opciones para personas con discapacidad visual, auditiva, motriz, cognitiva; interfaces más adaptables; modos de uso simplificados; control por voz o gestos, subtítulos automáticos, mejoras de contraste, lectura simplificada, etc.
La accesibilidad ya no es “una buena idea adicional”: tiene que ser parte del diseño desde el inicio. Porque una tecnología que no puede ser usada por todos es una tecnología a medias.
Un llamado urgente de equidad digital
Porque la tecnología no existe en el vacío. Vive en manos de millones de personas con vidas distintas, cuerpos distintos, historias diferentes. Si los dispositivos siguen diseñándose para un perfil restringido —jóven, sin discapacidad, de un país rico, con idioma dominante— entonces estaremos dejando fuera una enorme parte de la humanidad.
Este reequipamiento hacia la inclusividad y accesibilidad representa un compromiso con la equidad digital: asegurar que los beneficios de la tecnología también lleguen a mujeres, personas mayores, personas con discapacidad, personas de países en desarrollo, comunidades rurales, diversas culturas y contextos.
Y ese compromiso debe ser sostenido, no coyuntural. Una función de accesibilidad no debe ser “extra”: tiene que ser estándar.
¿Qué debe hacer la industria?
Diseñar con perspectiva diversa desde el inicio — no adaptar al final. Que la accesibilidad, la diversidad cultural, el sexo, la edad, la capacidad, sean parte del ADN del producto, no un “plus opcional”. Escuchar a los usuarios reales — no asumir que un equipo “universal” sirve para todos. Recoger feedback realista de comunidades diversas. Para esto, se debe:
- Tener transparencia a nivel de los datos de salud y privacidad — especialmente con funciones sensibles como seguimiento menstrual o embarazo; garantizar control, consentimiento y respeto.
- Fomentar conciencia social entre usuarios — apoyar que la tecnología inclusiva no sea privilegio de pocos, sino derecho de todos.
- Impulsar regulaciones y estándares de accesibilidad locales, regionales y globales — de modo que no dependa solo de buenas prácticas comerciales, sino de derechos digitales.
Así las cosas: la revolución tecnológica del siglo XXI no puede ser solo de bits, pantallas y potencias. Tiene que ser —también— de inclusión, equidad y humanidad. Porque un mundo conectado no vale tanto si deja a alguien fuera.






