Celulares que prometían, pero no lo lograron

Estos celulares que fracasaron nos dejaron valiosas lecciones!

El mundo de la tecnología vive de soñar. Cada año aparecen ideas que prometen cambiarlo todo: pantallas que se doblan, cámaras que se esconden, materiales reciclados que salvan el planeta y hasta teléfonos que podían repararse como un LEGO. Y aunque muchas de estas propuestas fueron, en su momento, el futuro, la historia demuestra que no todas las visiones sobreviven al mercado.

Al final, no basta con tener una buena idea. En la industria de los smartphones, las promesas futuristas suelen enfrentarse a un enemigo más poderoso que la falta de tecnología: el usuario común, que muchas veces prefiere lo simple, lo práctico, lo familiar.

Aun así, cada intento deja una huella. Y hoy, en Techcetera, repasamos las tendencias que prometieron cambiarlo todo, pero que, por una u otra razón, no lograron despegar.

Los teléfonos modulares: el sueño de armar tu propio smartphone

Hace una década, la modularidad parecía la salvación. La idea era simple y brillante: ¿por qué cambiar todo el teléfono si puedes reemplazar solo lo que falla o mejorar una pieza específica? Ahí nacieron proyectos como el LG G5, (como me gustaba ese teléfono), con su famoso “chin” desmontable que permitía agregar módulos de cámara o sonido; o la línea Moto Z de Motorola, que usaba los Moto Mods, accesorios magnéticos para ampliar funciones.

Incluso Google se subió al tren con el ambicioso Proyecto Ara, un teléfono de piezas intercambiables inspirado en los bloques de Lego. En teoría, era la evolución lógica hacia un consumo más sostenible y personalizable.

Pero en la práctica, el público no compró la idea. Los módulos eran caros, limitados y, con frecuencia, incompatibles. Además, el promedio de usuario no quería armar su teléfono: quería uno que simplemente funcionara. Así, los sueños modulares se desarmaron en silencio.

Las cámaras emergentes: el show mecánico que duró poco

Durante un breve momento, las cámaras que salían del teléfono parecían magia. La búsqueda de un diseño “todo pantalla” llevó a fabricantes como Vivo, Oppo y OnePlus a experimentar con mecanismos motorizados y deslizantes. Modelos como el Oppo Find X (2018) o el OnePlus 7 Pro (2019) sorprendieron al mundo con cámaras que aparecían y desaparecían al hacer selfies. Incluso el Vivo NEX se ganó titulares por su diseño sin notch ni perforaciones.

El Samsung Galaxy A80, un digno ejemplo … que salió solo una vez.

El resultado visual era espectacular… hasta que se metía polvo en el mecanismo, o el teléfono sufría una caída. A la larga, la moda del pop-up cedió ante soluciones más simples: cámaras perforadas o bajo pantalla. La lección: la gente prefiere una selfie rápida y un teléfono resistente, antes que un truco mecánico que parece sacado de una película de ciencia ficción.

Los smartphones “cloud-first”: la nube como promesa

En 2016, una pequeña startup llamada Nextbit lanzó el Robin, un teléfono que vivía conectado a la nube. La idea era brillante: usar almacenamiento remoto para liberar espacio local, subir automáticamente fotos y apps (sí, Apps, que se ejecutarían desde la nube), sin preocuparse por las Gigas del dispositivo.

Era, literalmente, “el smartphone del futuro”. Pero el futuro llegó demasiado pronto. Las conexiones de datos aún no eran lo suficientemente rápidas ni estables, y el servicio dependía de servidores propios que terminaron cerrando pocos años después.

Hoy, claro, todos usamos la nube para algo, (Google Photos, iCloud o OneDrive), pero lo hacemos sin pensar en ello. El Robin soñó con un mundo conectado 24/7, pero se adelantó unos pasos. Fue un buen ejemplo de una idea brillante… antes de su tiempo.

Los gestos en el aire: cuando mover la mano era “revolucionario”

Samsung, LG y hasta Google pensaron que el futuro era controlar el teléfono sin tocarlo. Pasar las canciones con un gesto, contestar una llamada con un movimiento o subir el volumen sin ensuciar la pantalla. Teléfonos como el Samsung Galaxy S4 o el Pixel 4 (con su radar Soli) apostaron por esta interacción “aérea”.

Y aunque en las demos parecía futurista, la realidad fue otra: los gestos eran imprecisos, difíciles de recordar y poco útiles en la vida diaria. Después de todo, resulta más rápido tocar la pantalla que mover las manos al estilo Jedi. Otra tendencia que se quedó flotando en el aire.

Los  teléfonos verdes y reparables

En un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental, aparecieron iniciativas como Fairphone o Shiftphone: dispositivos modulares, fabricados con materiales reciclados, diseñados para durar y repararse fácilmente.

El problema es que el precio era más alto y las especificaciones más bajas que los modelos convencionales. Los usuarios admiraban el propósito… pero seguían comprando los smartphones de siempre. El Fairphone 3 o el Fairphone 4 demostraron que un teléfono sostenible es posible, pero aún falta que el público masivo premie esa responsabilidad ambiental.

Aun así, esta tendencia no murió: fue el primer paso hacia el movimiento Right to Repair y los teléfonos más ecológicos que vendrán.

Los teléfonos de doble pantalla y los híbridos imposibles

Antes de los plegables modernos, varios fabricantes apostaron por formatos exóticos. El LG Wing (que a mi me sigue pareciendo una maquinota) giraba la pantalla en forma de “T” para mostrar dos superficies a la vez. El Microsoft Surface Duo (para ser sinceros, este muchos bugs) combinaba Android con un diseño de doble pantalla pensado para productividad y multitarea.

Eran innovadores, diferentes y realmente divertidos de usar… por unas semanas. El gran problema fue el software: pocas aplicaciones estaban optimizadas para aprovechar ese diseño. Además, el precio y la fragilidad jugaron en contra. En un mundo donde los plegables ya dominan la conversación, el Wing y el Duo quedaron como ejemplos de que innovar es caro y que el mercado no siempre está listo para el cambio.

Los teclados físicos que no se querían ir

Cuando las pantallas táctiles conquistaron el mundo, BlackBerry intentó resistirse. Su modelo Priv (2015) combinaba Android con un teclado físico deslizante, buscando atraer a ejecutivos nostálgicos que amaban escribir “de verdad”.

El experimento fue elegante, pero el mercado ya había pasado página. El teclado físico ocupaba espacio, hacía el teléfono más grueso y, sinceramente, el teclado virtual ya hacía bien el trabajo. BlackBerry apostó por diferenciarse, y lo hizo, pero el futuro era táctil.

No triunfaron, pero si cambiaron el mundo

Si algo demuestran todos estos intentos es que la industria móvil se atreve. Algunos fracasos nacen por exceso de ambición, otros por limitaciones técnicas o por simple falta de timing. Pero, en todos los casos, hay algo admirable: la voluntad de experimentar.

Porque, aunque muchos de estos dispositivos no sobrevivieron al mercado, cada uno empujó los límites un poco más. Sin los errores del LG G5, quizá no habría tanta modularidad interna en los teléfonos actuales. Sin los pop-up, no habría cámaras bajo pantalla. Sin los Fairphone, no hablaríamos tanto de sostenibilidad.

La historia de la tecnología está hecha de esos tropiezos. De las ideas que no funcionaron, pero que enseñaron. Y eso, al final, también es progreso.

En Techcetera celebramos a esos dispositivos que se atrevieron a ser distintos, aunque el mundo no los entendiera del todo. Porque si algo está claro, es que innovar siempre vale la pena, incluso cuando el futuro llega… con un poco de retraso.

El futuro solo se crea intetándolo.

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Andrés Felipe Sánchez

@andresfesac

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