Cuando se habla de teléfonos para jugar, es fácil pensar únicamente en los modelos más costosos, esos que vienen llenos de especificaciones extravagantes y que prometen el máximo rendimiento en cualquier circunstancia. Pero la experiencia real demuestra que no siempre se necesita un “Tope de Gama” para disfrutar bien de un juego en el celular. Ese es el caso del Samsung Galaxy S25 FE, un equipo que se ubica en la mitad del camino: no pretende competir con los titanes de la industria, pero sí ofrece una combinación de procesador, GPU y pantalla que lo convierten en una opción más que interesante para quienes juegan con frecuencia.

La primera impresión llega por la pantalla. Samsung utiliza aquí un panel Dynamic AMOLED 2X de 6,7 pulgadas, hacen que uno llegue confiado. La fluidez de sus 120 Hz hace que cualquier movimiento, desde recorrer un mapa, hasta ver pasar animaciones rápidas, se sienta suave, sin tirones ni interrupciones. En juegos como shooters, carreras o títulos de acción, esa tasa de refresco se traduce en una respuesta más natural, donde cada gesto parece seguir exactamente lo que se le pide al teléfono. No es solo estética: también ayuda a jugar mejor. Y al ser AMOLED, los colores y contrastes hacen que los escenarios se vean vivos, algo que suma cuando se trata de mundos abiertos o títulos con mucha carga visual. Los juegos HDR no sufren en este panel.

Pero el corazón de la experiencia gamer está bajo el vidrio, y ahí aparece el procesador del S25 FE: el Exynos 2400, un chip que Samsung viene utilizando como punto medio entre eficiencia y potencia. En el día a día se siente rápido, pero cuando un juego exige más, la combinación de CPU y GPU demuestra que está listo. La GPU Xclipse, desarrollada en colaboración con AMD, es la responsable de ese empujón adicional. No está pensada para romper récords de rendimiento, pero sí para ofrecer una buena estabilidad de cuadros por segundo y gráficos sólidos en juegos populares. Mantiene el rendimiento incluso cuando se suben los ajustes visuales, algo que no siempre ocurre en esta gama de precio.
Algo que, yo creo, que explica la sorpresa positiva que me llevé con el S25 Fe es que, según Cinebench tenemos un poco más que la potencia del S24 Ultra, el flagship del año pasado. Esto hay que tomarlo con pinzas, pero no es para nada un mal punto de partida.
A eso se suma la optimización de software. Con las actualizaciones más recientes de One UI, el teléfono gestiona mejor la carga de trabajo entre los núcleos del procesador y controla la temperatura de manera más eficiente. No evita del todo que se caliente en juegos prolongados, porque ningún teléfono lo hace, pero sí mantiene el rendimiento por más tiempo antes de que el sistema tome la decisión de reducir potencia. Para la mayoría de usuarios, especialmente quienes juegan partidas cortas o sesiones de entre 20 y 40 minutos, el equilibrio es más que suficiente.

Un detalle que también influye en la experiencia es la memoria: 8 GB de RAM LPDDR5X. No es una cifra extravagante, pero sí adecuada para abrir juegos pesados, mantenerlos activos en segundo plano y alternar entre aplicaciones sin que el sistema se ahogue. La rapidez del almacenamiento UFS también ayuda en los tiempos de carga, que suelen ser cortos incluso en títulos de gran tamaño. En la práctica, todo esto hace que el S25 FE se sienta consistente, que no tenga esos momentos de duda que a veces aparecen en equipos de la misma categoría.
La batería de 4.900 mAh completa el panorama. No es solo la capacidad, sino la forma en que gestiona el consumo cuando se juega. El Exynos 2400 no es el chip más eficiente del mercado, pero Samsung logró encontrar un buen punto donde el rendimiento se sostiene sin drenar la batería de forma desmedida. En sesiones largas, el teléfono responde bien; en uso diario, esa batería permite jugar sin preocuparse por conectar el cargador a mitad de la tarde. Y si llega a ser necesario, la carga rápida ayuda a retomar la partida en pocos minutos. La potencia es real y se siente.

En conjunto, el Galaxy S25 FE demuestra que no es necesario gastar lo que cuesta un buque insignia para tener un teléfono que responda bien en juegos. La pantalla fluida, la GPU Xclipse y la potencia del Exynos 2400 conforman un trío equilibrado. Ofrece algo muy valioso: una experiencia gamer sólida, agradable y al alcance de más personas.
Para jugadores casuales, para quienes disfrutan títulos populares o para quienes simplemente quieren la tranquilidad de que su teléfono no se va a quedar corto cuando llegue un lanzamiento importante, el S25 FE es una opción que sorprende. No presume ser un “gaming phone”, pero en la práctica se comporta como uno cuando se le exige. Y eso, para muchos, es más que suficiente.

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Andrés Felipe Sánchez





