Estamos destruyendo la civilización, fotografía por fotografía, así lo ha dado a conocer la UNESCO. La rama de las Naciones Unidas encargada de defender el patrimonio cultural de la humanidad, está dando la voz de alarma ante el destructivo auge del “turismo del selfie”.
El turismo de selfies es una tendencia en la que los viajeros visitan lugares emblemáticos no para sumergirse en la historia o la cultura local, sino para tomar fotos para las redes sociales. Se trata menos de una experiencia personal y más de crear una imagen para Instagram, Facebook o TikTok. Y aunque la fotografía tradicional de vacaciones (en la que familiares y amigos posaban frente a la Torre Eiffel o el Coliseo para guardarla como recuerdo) era bastante molesta pero comprensible, este nuevo fenómeno se centra por completo en “visitar destinos principalmente para tomar y compartir fotos de ellos mismos, a menudo con lugares emblemáticos de fondo”, según la UNESCO.
Turismo de selfies: el efecto Instagram
Vale la pena destacar que, las redes sociales han impulsado este cambio. La UNESCO advierte que el turismo de selfies está teniendo consecuencias nefastas en muchos de los lugares más famosos del mundo.
“El impacto del turismo de selfies varía según el destino”, señaló un portavoz de la UNESCO a The Mirror.
Así mismo añadió, “En muchos casos, ha provocado aglomeraciones en lugares específicos, lo que ha creado presión sobre la infraestructura local y ha contribuido a la degradación de la experiencia general del visitante”.
Esto ha hecho que algunos de los lugares menos conocidos del mundo se hayan convertido en lugares de moda. Estos destinos, que antes eran joyas ocultas, ahora se encuentran invadidos por visitantes que buscan recrear un momento viral. En Hallstatt, Austria (una ciudad que se cree que inspiró Frozen de Disney), más de un millón de turistas llegan cada año para hacerse selfies con el pintoresco telón de fondo de las montañas.
Es de resaltar que, la afluencia ha sido tan abrumadora que la ciudad recientemente ha colocado una valla para evitar que las personas se reúna en un lugar popular para sacar fotos. El alcalde de la ciudad, Alexander Scheutz, frustrado, comentó a la prensa austriaca que “los residentes de la ciudad sólo quieren que los dejen en paz”, un sentimiento que ha sido repetido por los ciudadanos de muchas otras ciudades emblemáticas como Barcelona, que se ha convertido en un pozo negro de turistas que luchan por conseguir una foto de la Sagrada Familia. El resentimiento global que sienten cuantiosos lugareños hacia la avalancha de turistas que las plataformas de redes sociales han llevado a sus puertas no hace más que crecer.
Consecuencias reales
Es crucial señalar que, según se informa, la cultura del selfie no es sólo una molestia para los locales, sino que también plantea graves riesgos para el patrimonio cultural y la seguridad pública. En Venecia, una góndola volcó cuando unos turistas de China se negaron a dejar de tomar fotos, haciendo caso omiso de las advertencias del gondolero. Y eso en Venecia, una ciudad bien conocida que ya está siendo asediada por el turismo excesivo. A pesar de las medidas para frenar las multitudes, como la prohibición de grandes cruceros y así mismo, la limitación de los visitantes de un día, la ciudad continúa cediendo bajo el peso de los turistas. Las autoridades locales igualmente han tenido que lidiar con el comportamiento irrespetuoso de los visitantes que ven la ciudad como poco más que un telón de fondo para sus fotos. La UNESCO ha señalado en repetidas ocasiones que cuando los turistas “hacen grandes esfuerzos para obtener la foto ideal”, frecuentemente se producen acciones perjudiciales como allanamiento, vandalismo o inclusive, acrobacias peligrosas que terminan en accidentes.
Incluso, por si no lo sabía, en las zonas rurales, el turismo de selfies está causando estragos. En Abruzzo, Italia, las experiencias de búsqueda de trufas se han visto alteradas por turistas más interesados en fotografiar sus descubrimientos que en participar en la búsqueda en sí. Como resultado, los operadores turísticos locales como Experience BellaVita han tenido que adaptarse y suministrar a los participantes herramientas para sumergirse en la experiencia en lugar de sus teléfonos. “La idea”, comenta Marino Cardelli, quien es propietario de Experience BellaVita, viene siendo disuadir a las personas de usar sus teléfonos para que tengan la posibilidad de tener una experiencia de viaje más significativa que vaya mucho más allá de la superficialidad de los selfies.
No es la única iniciativa…
Vale la pena señalar que, no es la única iniciativa para intentar frenar esta incomoda avalancha. Ciudades y destinos de todo el mundo están contraatacando con multas y aranceles. Portofino, en Italia, introdujo multas de 300 dólares para los turistas que se queden demasiado tiempo en los lugares más populares para hacerse selfies. La idea es evitar el “caos anárquico”, como describe el alcalde Matteo Viacava a The Times, puesto que las “situaciones peligrosas” son causadas por el hacinamiento en las calles.
Por su parte, otras ciudades se encuentran adoptando estrategias más sutiles para alejar a los turistas de los lugares turísticos más concurridos. En Ámsterdam, las autoridades han trabajado para trasladar el famoso barrio rojo a las afueras de la ciudad, con la esperanza de dispersar a las multitudes. En Florencia, se están llevando a cabo esfuerzos para dirigir a los visitantes a barrios menos conocidos, aliviando la presión sobre las principales zonas turísticas. Del mismo modo, Nueva Zelanda lanzó una campaña para alentar a los viajeros a llevarse “algo nuevo” de sus viajes, en vez de las mismas fotos cansinas frente a los lugares turísticos más populares, según la BBC.
Pero, como cuantiosos de estos lugares tienen una economía que depende del turismo, todo este sentimiento antiturismo y las medidas restrictivas pueden tener un efecto contraproducente. Proteger el patrimonio cultural y la vida local y, al mismo tiempo, permitir que los visitantes alimenten un motor económico es una tarea algo difícil de equilibrar.
Un portavoz de la UNESCO comentó a The Mirror que “transformar el turismo de selfies en una práctica más sostenible requiere un cambio tanto de mentalidad como de comportamiento”.
La agencia cree que los influencers tienen un papel clave que desempeñar en la configuración de prácticas de turismo responsable, pero ¿realmente lo tienen? Posiblemente la clave aquí sea el sentido común, la moderación, así como las buenas maneras y el respeto a las personas y los lugares.