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Este no es un problema de tecnología

Mi frase del año 2014 es “ese no es un problema de tecnología”. Ayer pensaba en el post…

Mi frase del año 2014 es “ese no es un problema de tecnología”. Ayer pensaba en el post de Samir acerca de los grandes perdedores del 2014. El tiene toda la razón, los grandes perdedores del año somos los consumidores. Pero no perdimos porque los hackers de Corea del Norte definan ahora las películas que podemos ver. Tampoco perdimos necesariamente porque los planes de conectividad móvil no bajaron de precio lo suficiente para cubrir el sobrecosto percibido de los dispositivos móviles. Perdimos porque pasó otro año completo en el cual desaprovechamos el potencial de la tecnología para mejorar la calidad de vida de las personas, en especial las mas vulnerables. Y no sucedió nada, porque no hemos logrado entender que el problema en realidad nunca es de tecnología.

Por años hemos escuchado largos discursos acerca de la capacidad que tiene la tecnología para reducir el costo y mejorar la calidad de la educación y la salud, por mencionar solo dos campos de alto impacto entre los mas vulnerables. El 2014 vino y se fue y, para efectos prácticos, ni la salud, ni la educación cambiaron un ápice para mejorar nuestra calidad de vida. Ese gran problema no reside en la tecnología, sino en los silos de poder y control que enredan la implementación de nuevas tecnologías en los campos de mayor impacto. ¿Se pregunta por que en nuestros países no se masifica aún la historia clínica electrónica? Obviamente que si existen las historias clínicas electrónicas. Son una tecnología muy básica en el contexto general de lo existente. Pero pocos doctores se atreven a implementarla. Las discusiones para su adopción y reglamentación giran alrededor de la responsabilidad que deben asumir los doctores cuando sus colegas pueden cuestionar públicamente sus diagnósticos. O sea que no tiene nada que ver con tecnología.

En educación seguimos definiendo el modelo educativo a pasos de tortuga. Los dirigentes y los políticos se aferran a los modelos anticuados, mientras los alumnos y profesores tienen a su alcance, y quieren usar, nuevas y mejores maneras de interactuar e impartir conocimiento. ¿Dónde está el problema? Por lo que leo en los periódicos siempre estamos discutiendo acerca de cual es la mejor manera de impartir conocimiento, pero nunca llegamos a ninguna conclusión. Es una discusión eterna que no nos permite avanzar. Tampoco es un problema de tecnología, sino de criterios y opiniones encontradas.

Los planes gubernamentales de adopción de tecnología, se han estructurado sobre el supuesto de que el acceso de la tecnología produce crecimiento económico. En la teoría, a través de la tecnología se puede masificar el acceso a servicios y productos, puesto que su uso masivo sobre una infraestructura de costos fijos reduce el precio para todos. Fíjense como las vitrinas de los almacenes y supermercados de ladrillo y cemento solo pueden ser ocupadas por los productos de mayor movimiento. Pero en el mundo virtual la vitrina es ilimitada. Amazon produce un gran porcentaje de sus utilidades con los productos menos populares de su catálogo. Aquellos productos que no podemos encontrar en el almacén de la esquina. De la misma manera, no vale la pena abrir una escuela o un hospital en un pueblo con muy pocos habitantes. A menos de que usemos la tecnología para que entre varios de estos pueblos compartamos un mismo doctor o profesor y los costos bajen a un nivel aceptable para todos. Pero si hacemos eso, dicen los “expertos”, se pierde el contacto directo entre profesores y doctores y alumnos y pacientes, respectivamente. Nos quejamos de que Facebook ofrece mas contacto personal del que queremos tener con algunas personas, pero nos quejamos de lo contrario en estos casos. Nuevamente, ese tampoco es un problema de tecnología.

Todo lo que lleva tecnología suena extraordinario, hasta cuando los políticos meten la narices en el problema. Pagados o financiados por grupos de interés, los políticos terminan protegiendo a los mismos modelos de negocio o servicio que no permiten democratizar el uso. Es el caso de Uber, que es simplemente una versión mas amable y humana del mismo servicio de taxis que ya tenemos, pero que se prohibe porque pone en jaque el dominio de uno o varios jugadores del mercado. La tecnología no tiene nada que ver allí, alguien hizo unas inversiones multimillonarias en infraestructura que se volvió obsoleta de repente, así que hay que permitirle recuperarla primero!

¿No se ha preguntado por qué razón se necesita una licencia para conducir? Con la tecnología actual debería ser un documento obsoleto. La identificación personal, es suficiente para consultar un sistema de registro que diga si estamos, o no, licenciados para conducir. Pero algún político con intereses en las entidades que regulan el transito perdería poder. Por lo tanto se prohibe.

A los campesinos les pagan un porcentaje muy bajo del valor de los alimentos que se venden en los mercados. La cadena de intermediarios, que no ofrece ningún valor mas allá de mantener en la obscuridad total el contacto directo posible entre productor y consumidor, se queda con la diferencia. Montar un sistema de información al consumidor y productor es una tarea relativamente simple que soluciona este problema. Pero el cabildeo de los intermediarios se atraviesa en las iniciativas. Y por ende la financiación de estos proyectos se considera inviable y nunca se ejecuta.

La tecnología facilita la solución, pero no resuelve los problemas. Los problemas se resuelven conociendo el comportamiento humano y diseñando soluciones que pueden o no incluir tecnología pero que atacan los puntos críticos que producen dolor y molestia a las personas. En nuestros países necesitamos adoptar con celeridad pensamiento de diseño, no necesariamente tecnología. Bueno eso, y un poco de sentido común y un propósito de servir por encima de generar ingresos. Por eso mi frase del 2014 fue “ese no es un problema de tecnología”. ¡Me temo que seguirá siendo mi frase en el 2015!

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